miércoles, 25 de enero de 2023

10- ESTILO DE VIDA DE LAS BIENAVENTURANZAS

 ESTILO DE VIDA DE LAS BIENAVENTURANZAS

MATEO 5,1-12

Introducción[1]

Es verdad, como leímos arriba en la frase de San Agustín, que todo hombre se identifica con la propuesta del “ser felices”, pues se trata de un anhelo universal. Pero también es verdad que cuando escuchamos esta propuesta en boca de Jesús hay algo novedoso: nuestra vocación a la bienaventuranza tiene un fundamento, un camino y una realización que no tienen parangón con ninguna de las propuestas que nos puede hacer la sociedad.


Permitámonos traer a colación un célebre pensamiento de Karl Rahner:

“La significación del hombre no aparece en la significación y la felicidad de este mundo, sino en la experiencia del riesgo y de la confianza ciega que no tiene verdaderamente ningún apoyo suficiente en los éxitos de este mundo… Los hombres espirituales y los santos han adquirido este gusto de vivir que aparece ante los otros hombres como desdeñable… De ahí su curiosa vida, su pobreza, su deseo de humildad, su espera impaciente de la muerte, su disposición para el sufrimiento, su deseo secreto de martirio… No es que ellos no estén dispuestos a aterrizar en la banalidad de lo cotidiano… No es que ignoren que nosotros no somos ángeles… sino que ellos saben que el hombre… debe verdaderamente vivir entre Dios y el mundo, entre el tiempo y la eternidad y ésta en la existencia real”

(“Vivre et croire aujourd‟hui”, Paris 1967, pg.36)

Con esta motivación entremos en la lectura de las Bienaventuranzas en el evangelio de Mateo (5,1-12) que la liturgia nos propone para este domingo, donde Jesús presenta el perfil de un discípulo suyo.

 

1. El texto en su contexto

Una vez que hemos leído en los domingos anteriores los relatos de infancia de Jesús (Mateo 1-2), el relato del inaugurales de Bautismo de Jesús (3,13-17), los rasgos más importantes de la actividad 3 misionera de Jesús (4,12-23), nos sumergimos ahora en el primer gran discurso de Jesús: el Sermón de la Montaña (Mateo 5-7).

 

1.1. El aprendizaje de las enseñanzas de Jesús: los cinco grandes discursos del Maestro

Puesto que el “discípulo” es el que aprende a poner en práctica los mandatos de Jesús (ver Mateo 28,20a), lo primero que tiene que hacer es tomar contacto con las grandes enseñanzas de su Maestro.

Esa parece ser la razón por la cual el evangelista Mateo agrupa todas las enseñanzas fundamentales de Jesús –que en los otros evangelios aparecen dispersos en otros lugares- en cinco grandes discursos:

(1) Discurso sobre la identidad del discípulo, mejor conocido como “Sermón de la Montaña” (Mateo 5- 7).

(2) Discurso sobre el ejercicio de la Misión (Mateo 10).

(3) Discurso sobre el discernimiento cristiano, también conocido como “de las Parábolas” (Mateo 13,1- 53).

(4) Discurso sobre la vida en comunidad, llamado igualmente “Discurso eclesiástico” (Mateo 18).

(5) Discurso sobre el fin de los tiempos o “Discurso escatológico” (Mateo 24-25).

Todos estos discursos corresponden a un programa que bien podría llamarse “el aprendizaje vital de la Palabra de Jesús”. Se caracterizan porque además da dar los grandes principios de vida, enseñan a ponerlos en práctica. De hecho, el problema no es solamente saber lo que Jesús quiere que “haga” sino el “cómo hacerlo”.

 

1.2. El primer gran discurso: el Sermón de la Montaña

El Sermón de la montaña responde a la pregunta: ¿Cuál es el “hacer” distintivo de un discípulo del Reino? Esta pregunta podría especificarse todavía más así: ¿Qué sucede en el corazón de aquel que se hace discípulo de Jesús? ¿En qué consiste la novedad de vida? ¿Cuáles son los puntos distintivos? Jesús responde con una enseñanza bien organizada y concreta, que diseña el “mapa” de la vida cristiana desde sus ángulos fundamentales. El eje de todo está en la frase: “Buscad primero el Reino y su Justicia” (6,33).

Los invitamos a leer desde ya todo el Sermón completo (Mateo 5-7), para sentir la fuerza de las enseñanzas y también la lógica une cada una de sus partes.

Este es uno de esos discursos que sabe hablar al corazón de forma contundente, pero también encantadora. El perfil del discípulo está ahí y dan ganas de encarnarlo. En buena parte suena como norma, si bien lo más importante es que se trata del mismo latir del corazón de Jesús que se impregna en el del discípulo.

Como iremos notando en la lectura de Mateo en este año, el corazón nuevo del discípulo se distingue por su manera de entablar las relaciones. Se trata del aprendizaje de la relacionalidad típica del “Reino”, o sea, (1) con los hermanos (Mateo 5,17-48), (2) con Dios Padre (Mateo 6,1-18); en las cuales media (3) el justo uso de los bienes de la tierra (Mateo 6,19-34). Algunos avisos complementarios se agregan a esta enseñanza (Mateo 7,1-11). La plenitud de la Ley de Dios está en esta propuesta de Jesús (Mateo 5,17 y 7,12).

La enseñanza central sobre “la relacionalidad según el Reino” (Mateo 5,17-7,12), está enmarcada por la bella introducción de las “Bienaventuranzas” y “la misión del Bienaventurado” (Mateo 5,1-16) y la extensa conclusión sobre los elementos evaluativos para reconocer si una persona está o no en la esfera del Reino (Mateo 7,13-27).


1.3. El contexto inmediato de las Bienaventuranzas 

El “Sermón de la Montaña” se abre con la proclamación de la “bienaventuranzas”.

Recreemos brevemente el escenario: En sus viajes misioneros, Jesús se ha encontrado con la dura realidad de su pueblo, a todas las personas y en las diversas formas de su sufrimiento Él les ha hecho experimentar la Buena Nueva del Reino (ve Mateo 4,23-24). La multitud sanada no vuelve a casa inmediatamente sino que se deja educar por Jesús en la vida nueva que para ellos ha comenzado.

Esto es importante porque, como precisa el evangelista, los que se han visto sanados por Jesús ahora comienzan un camino de discipulado: “Y le siguió una gran muchedumbre” (4,25; el término “seguir” no es casual). Notemos la relación entre la escena de “sanación” y el itinerario de formación que Jesús ahora les ofrece: la vida nueva no solamente se recibe como una gracia (indicada en la curación) sino que hay que “aprenderla”; hay que “darle cuerpo” a la vida nueva, hay que darle estructura a la conversión; para ello es la instrucción de Jesús.

Frente a esta muchedumbre (“Viendo la muchedumbre…”, 5,1a), Jesús da dos pasos iniciales:

(1) “Subió la montaña” (5,1b), lo cual parece evocar la subida de Moisés al Sinaí para recibir y proclamar la Ley de Dios (ver Éxodo 19,3; aunque aclaramos: las bienaventuranzas no son leyes sino valores). El evangelio terminará también con Jesús dando su última instrucción desde lo alto de un monte en Galilea (ver 28,16).

Pero en el evangelio de Mateo el “subir a la montaña” también está relacionado con la oración: Jesús subía muchas veces a la montaña para encontrarse con su Padre (ver Mateo 14,23; 17,1), por eso, “subir a la montaña es el permanecer constante de Jesús en el corazón del Padre, de donde saca el maravilloso don de las bienaventuranzas” (Clemencia Rojas).

(2) “Se sentó” (5,1c), actitud propia de un Maestro que da instrucciones u órdenes.

Ambos términos nos muestran la autoridad con la que Jesús va a hablar y nos invitan a atender y acoger la revelación en calidad de discípulos (“y sus discípulos se le acercaron”, 5,1d).

Los tres planos que configuran el escenario de la proclamación del primer gran sermón de Jesús (Jesús, los discípulos y la muchedumbre) nos recuerdan la ocasión en la que Moisés sube a la montaña junto con los ancianos (Éxodo 24,1), mientras que a los pies de la montaña permanece el pueblo.

Entonces se da inicio a la enseñanza. En el texto griego leemos literalmente: “Y habiendo abierto su boca, les enseñaba diciendo” (5,2).

La expresión “abrir la boca”, que equivale a “tomar la palabra”, nos reenvía a la frase que Jesús le dijo al tentador en el desierto: “No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (4,4). De la “palabra que sale de la boca” de Jesús, “vive” el discípulo. Esto vale, no sólo para este sermón, sino para todas las enseñanzas de Jesús. Este es el alimento que necesita la gente, los milagros solos no bastan, hay que explorar la belleza y apropiarse de la riqueza de la vida del Reino (ver 4,24).

 

2. Una lectura de las Bienaventuranzas a partir de su estructura interna

En cada línea de las bienaventuranzas se pueden distinguir siempre tres partes. Tomemos como modelo la primera:

(1) la declaración “Bienaventurados…”, que será repetida siempre al comienzo;

(2) la situación o la actitud que sirve de base para la experiencia: “…los pobres de espíritu” (en este caso se trata de una actitud); y

(3) la causa de la bienaventuranza: “…porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

 

2.1. La declaración “Bienaventurados”

Nueve veces se repite la palabra “Bienaventurados”, pero las bienaventuranzas en realidad son ocho, ya que la novena es una ampliación de lo dicho en la octava.

La expresión describe el nuevo estado en el que se encuentra todo aquel que ha entrado en el ámbito del Reino de Dios: el estado de plenitud interna que comúnmente llamamos “felicidad”.

 La bienaventuranza es la atmósfera de la vida del Reino, un Reino que ya está siendo experimentado: atención con la expresión “de ellos es el Reino” (5,3 y 10). Por eso, la repetición nueve veces del mismo término pareciera querer ayudar a una toma de conciencia: “Porque Usted sigue a Jesús, ya tiene todos los motivos para ser feliz; ¡Mire lo que Dios está haciendo en su vida!”.

¡Qué estaría viviendo la multitud aquel día, cuando Jesús le puso el espejo al frente y los invitó a reconocer su nuevo estado de vida!

 

2.2. Las actitudes o situaciones que paradójicamente abren las puertas para la felicidad del Reino

Las ocho bienaventuranzas van describiendo progresivamente el rostro de un discípulo de Jesús, y –si nos fijamos bien- notaremos que se trata del mismo rostro de Jesús.

(1) La pobreza en Espíritu (5,3): indica la apertura total a Dios y a los hermanos. El “rico” en espíritu es el autosuficiente y orgulloso (ver Apocalipsis 3,17). El Reino se recibe cuando se reconoce la radical necesidad de Él (el evangelio da numerosos ejemplos de ello).

(2) La mansedumbre (5,4): describe a la persona que ejerce el control de sí misma en sus emociones e impulsos (ver el Salmo 37), que no pretende dominar ni controlar a los otros; es la persona que sabe convivir.

(3) Las lágrimas (5,5): se refiere al estado de una persona en proceso de duelo por su propia desgracia o la de los otros; generalmente se vive en las rupturas de relación (la muerte, un pecado, etc.). De alguna manera se refiere a la pobreza porque hay un vacío que pide ser llenado.

(4) El hambre y la sed de la justicia (5,6): “hambre y sed” son dos necesidades vitales del ser humano que no admiten dilación para la solución. Esta búsqueda compulsiva de lo esencial para vivir se traslada al terreno de las relaciones: recomponer las relaciones deterioradas, es decir, la “justicia”.

(5) La misericordia (5,7): en el evangelio de Mateo el término “misericordia” está casi siempre asociado al de “perdón”. Pero hay un punto de vista más amplio: donde quiera que alguien sufra allí hay que reconstruir –mediante una acogida efectiva- el tejido social deteriorado.

(6) La pureza de corazón (5,8): no se refiere a una especie de inocencia (que pareciera congénita en algunas personas) sino estado de limpieza interior en que se encuentra todo aquel que ha sido purificado por el sacrificio redentor de Jesús. En un corazón puro las motivaciones son distintas a las de los demás: no hay codicia, no se guarda rencor, se valora objetivamente, sólo se desea el bien a los demás.

(7) El trabajo por la paz (5,9): de nuevo nos encontramos en el ámbito relacional, particularmente en ambiente conflictivo; en lugar de insistir en lo que puede desunir, por el contrario se aporta siempre a lo que puede mantener y hacer crecer las buenas relaciones: las propias y las de los demás.

(8) La persecución por causa de la justicia (5,10-12): la identificación con Jesús y el compromiso profético con su Reino (ver todo lo anterior) tiene su precio: lleva a compartir el destino doloroso del Maestro. La persecución viene de diversas formas, pero la más destacada es la difamación. Pero a pesar de toda la violencia que se le viene encima, el discípulo no responde con violencia; es verdad que es una víctima inocente, pero su actitud es otra, la de la resistencia de la alegría: no hay alegría mayor para un discípulo que el saber que se parece en todo a su Maestro Jesús.

 

2.3. Es Dios Padre quien causa la felicidad

Es importante que notemos que dicha felicidad proviene, no del punto de partida (la pobreza, las lágrimas, la mansedumbre, etc.) sino del punto de llegada, es decir, de la obra de Dios Padre (“de ellos es el Reino”, “poseerán la tierra”, “serán consolados”, etc.). Dios es la causa de la alegría. En otras palabras: se es feliz porque Dios está obrando en uno, gracias a la Buena Nueva proclamada y realizada por Jesús.

Por eso en la proclamación de las bienaventuranzas Jesús nos está haciendo un bello anuncio sobre Dios Padre, quien es el Dios del Reino, aquel a quien le decimos: “¡Padre… ¡Venga tu Reino!” (Mateo 6,10).

Releyendo las Bienaventuranzas podríamos decir:

·         Somos felices porque Dios Padre nos ofrece su Reino, ése ocuparse de nosotros benévola y eficazmente como Padre y Pastor.

·         Somos felices porque Dios Padre nos da la herencia de la tierra, la meta de la comunidad fraterna y amorosa hacia la cual peregrinamos: nos sentará a su mesa.

·         Somos felices porque en Dios Padre hallamos consolación: sanación de nuestros dolores más profundos.

·         Somos felices porque Dios Padre sacia nuestra hambre y sed: en él lo tenemos todo.

·         Somos felices porque Dios Padre nos abraza con su misericordia a pesar de nuestras debilidades y pecados.

·         Somos felices porque Dios Padre nos deja verlo cara a cara gracias la “purificación” que hemos recibido en la Sangre de su Hijo.

·         Somos felices porque Dios Padre nos reconoce como hijos suyos en su Hijo Jesús, porque somos parecidos a Él, esto es, reconciliadores.

·         Somos felices porque Dios Padre nos reconoce como realizadores del Reino junto con Jesús cuando vamos –como él- hasta las últimas consecuencias de la opción y de la misión.

 

Jesús es el modelo de la bienaventuranza

Jesús es modelo de mansedumbre. El mismo se presentó como un Maestro manso y humilde corazón (Mt 11, 29). Y también como el rey manso que entra triunfalmente a Jerusalén (Mt 21, 5-11).

 

En fin…

El manso es bienaventurado ante todo porque es un hombre libre y porque a asimilado el estilo de vida de Jesús. Jesús mismo dice que los mansos heredaran la tierra esto es el espacio en el cual se realiza en 9 proyecto del pueblo de Dios: la comunidad solidaria y fraterna. Solo los mansos pueden formar verdadera familia y comunidad. Muchos conflictos familiares y comunitarios están relacionados con la poca atención a esta segunda bienaventuranza.




[1] http://www.homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0104.pdf

jueves, 19 de enero de 2023

9- ESTRATEGÍA PARA SALVAR UN PUEBLO

 ESTRATEGÍA PARA SALVAR UN PUEBLO

Manuel Tenjo Cogollo

Email: manueltenjo@yahoo.com

Existe una tendencia a querer salvar y ayudar a todas las personas, sin embargo, algunos quieren lograrlo ganándose la lotería o de manera fácil y rápida, así que cuando no se logra, viene la desilusión, el pesimismo y la mentalidad de fracaso. Ahora bien, si te unes a una persona que te brinde una estrategia adecuada para salvar a tu familia y te apoye en tus esfuerzos con diversos elementos, puedes sentirte respaldado para lograrlo.

El Dios de la Vida quiere salvar a su pueblo de todo lo que conduce a la frustración, la falta de honestidad y el fracaso, para que construya una sociedad justa, que promueve la dignificación del ser humano y el desarrollo de familias libres y felices, a partir de relaciones de ayuda y servicio a los demás. Te invito a que conozcas la estrategia divina y a que luego la apliques en la salvación de tu familia y de tu pueblo, a partir de la lectura del evangelio de Mateo 4,12-23.

1. Establecer una meta

Quien quiera salvar a su pueblo tiene que establecer una meta y escribirla para tenerla en cuenta, recordarla constantemente y avanzar hacia ella. Dios se planteó esa meta desde el año 700 a.C. y trabajó en ella hasta que llega Jesús en el año 30 d.C., para recordar de nuevo la meta a través de los profetas como Isaías o Juan el Bautista, cuando dicen: “el pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido (Is 9,2; Mt 4,16). La meta es conducir a la luz al pueblo que vive inconsciente, que olvida su historia y se queda en el pasado. Una familia y un pueblo que empieza a ver una nueva luz, un amanecer diferente y una etapa novedosa, donde hay libertad, el yugo se rompe y se quema porque todo es mejor, empieza a caminar hacia esa nueva luz.

Algunos se quedarán en la etapa de las opiniones negativas y en el pasado de las malas experiencias sin aprender de ellas. Unos se quedarán con esas opiniones y otros pasarán a establecer un sistema de creencias que convenza y mantenga la perseverancia hasta alcanzar a ver el nuevo amanecer y los yugos quemados.

Ten una meta y mantente en ella, persevera y organiza tu creencia hasta ver los resultados.

2. Establecer unas actividades

La meta es puesta por Dios y el desarrollo se realizará con actividades emprendidas por Jesús. El Maestro de la Vida realiza dos actividades: predicar o proclamar que Dios está más cerca de lo que puedan creer y que Él gobierna sobre toda realidad existencial, y la otra actividad es sanar de “toda enfermedad y dolencia en el pueblo” (Mt 4,17.23).

La actividad consiste en ayudar a otros, en ocuparse en el bienestar de las otras personas, brindando palabras y acciones sanadoras, que estimulen lo mejor de su humanidad y la conduzcan a alcanzar la meta a través de la perseverancia.

Se trata de establecer unas estrategias que se enriquezcan con acciones encaminadas a ayudar a otras personas, no por altruismo o por sentirse bien, sino buscando dar una nueva luz a la consciencia personal, un despertar de la consciencia y una fuerza dinamizadora que surge del interior y se expresa proactivamente. Palabras y acciones edificantes, que promueven la fuerza interior y hace que el ser humano saque su fuerza emprendedora para hacer crecer a otros. De esa manera se libera el yugo de la avaricia que conduce a que aumenten las injusticias y la corrupción.

Establece palabras y acciones edificantes, que ayuden a las personas a liberarse de sus yugos y esclavitudes, para que empiecen a ayudar a otros. Así es como veremos un nuevo amanecer para nuestra familia y nuestro pueblo.

3. Organizar un equipo de trabajo

El camino emprendido por Jesús no fue solitario o aislado, sino que organizó un equipo de trabajo con personas que compartieran los mismos ideales, como lo narra Mateo 4,18-22. El equipo de trabajo debe compartir el mismo ideal: pescar hombres para salvarlos, evitar que se queden en la avaricia para aumentar lo que tienen para avanzar con libertad en la construcción de un pueblo mejor, unas familias realizadas y un nuevo amanecer.

Las personas del equipo de trabajo son específicas, con nombres propios como Simón Pedro, Andrés, Santiago y Juan, que desempeñan oficios concretos como pescadores y haciendo parte de familias emprendedoras como los hijos de Zabedeo. Quiero decir con esto, que el equipo con el que se trabaja está compuesto de personas comunes, del pueblo y que están dispuestas a dejar esquemas mentales viejos para asumir el dinamismo de Jesús, su estilo de vida y sus acciones a favor de salvar su pueblo.

Debes organizar tu equipo de trabajo con personas que compartan las metas de ayudar a salvar a sus familias y al pueblo, para hacer crecer el país y hacer que salga de las tinieblas de la corrupción para emprender el camino a un bello amanecer.



miércoles, 11 de enero de 2023

8- RESPALDO PARA AVANZAR

 RESPALDO PARA AVANZAR

Manuel Tenjo Cogollo

Email: manueltenjo@yahoo.com

Todos necesitamos una palanca para mover el mundo, una mano en la espalda que brinde confianza y apoyo para emprender proyectos, unas palabras de ánimo que estimulen para avanzar en la vida. Es la experiencia del soplo de vida original que hace que todo empiece a suceder o un motor que da movimiento a lo que tiene al frente. Todos requerimos un estímulo inicial, sea positivo o negativo, y una mano que apoye o empuje hasta alcanzar las metas propuestas. 


En ocasiones no vemos ese apoyo o esa palanca o esa mano que ayude, porque la buscamos física y palpable. Sin embargo, la mano de Dios está en la espalda de los profetas, en la de Jesús y en la tuya, porque eres su hijo amado. Cuentas con la mejor palanca y el mejor respaldo, el de tu Padre, Creador de la Vida.

1. El Padre habla a favor de sus hijos

El profeta Isaías (en 49,3-6) nos muestra el respaldo al profeta, al pueblo, al mesías y a ti que eres su hijo, con las siguientes palabras: Tú eres mi siervo, en quien me gloriaré. Además, agrega el propósito que tiene contigo: Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra. El Padre, Creador de tu vida, habla de ti las mejores palabras y está a tu favor, dándote la fuerza interior, el dinamismo existencial y el amor que te impulse a mostrar la luz que está en tu interior. Tu Padre está orgulloso de ti y su amor no cambia ni se transforma.

Así que, cuentas con el mejor respaldo, con las palabras y acciones de tu Padre que te impulsa constantemente a avanzar en el propósito de tu vida. De igual manera lo hizo con su hijo Jesucristo, pues el Padre habla bien de Él ante Juan el Bautista y ante la humanidad, pues dice: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo(Jn 1,33). Se manifiesta sobre Jesús el respaldo y las palabras-acciones del Padre a su favor y enfocando el propósito divino para su misión en la vida.

Tu Padre, que es Dios, está a tu favor, orgulloso de ti y dispuesto a apoyarte en el desarrollo del propósito en el cumplimiento tu misión en la vida.

2. El Padre pone la mano en la espalda

La mano en la espalda brinda confianza, tranquilidad y apoyo para avanzar en la vida. Es por esto que, cuando tienes el respaldo divino cuantas con el dinamismo interior para alcanzar los propósitos y metas en tu vida. Así lo presentó Isaías cuando reconoce la acción divina desde que estaba en “el seno materno” dando la confianza de expresar: yo era glorificado a los ojos de Yahveh, mi Dios era mi fuerza (Is 49,5). La misión se alcanza con el respaldo de tu Padre, pues Él se siente orgulloso de ti y te da la fuerza suficiente para llegar muy lejos, para avanzar.

Juan el Bautista dice sobre Jesús: yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios” (Jn 1,34). De manera que, el Padre habla a través de circunstancias y de personas, para comunicarte lo que Él está haciendo en ti y a través tuyo. Tu Padre no te abandona, sino que está a tu lado, con su mano en tu espalda para llevarte, como Jesús, al cumplimiento de la misión, aunque implique sacrificios y entregas, al final viene la resurrección y la gloria eterna.

El mejor apoyo y fuerza dinamizadora está en el Padre de nuestro señor Jesucristo, quien impulsa a sus hijos a ir más allá de sus sueños, a lograr metas sorprendentes y a alcanzar las metas propuestas. ¿Qué te puede detener?

3. Disposición para avanzar

Contar con el Padre de la Vida que te respalda, está a tu favor y es la mejor palanca para mover el mundo y alcanzar metas… no es suficiente. Es necesario superar el pesimismo y el negativismo que conduce a decir: por poca cosa me he fatigado, en vano e inútilmente mi vigor he gastado (Is 49,4), pues no has sido creado para pequeñas hazañas sino para grandes aventuras.

Cuentas con que conoces al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1,29), para no detenerte en autojuzgamientos y complejos de culpa. Tú has sido levantado del pecado, restaurada la comunión con el Padre de la vida y dotado con el poder el Espíritu Santo, para avanzar hasta ver metas alcanzadas.

Es tiempo de trazar metas, de empezar la nueva etapa de la vida y de poner tus planes en las manos del Padre. Empieza a programarte para vivir plenamente, como hijo de Dios y dispuesto a avanzar en la vida. Recuerda: pon tus planes en las manos de Dios.

 

martes, 3 de enero de 2023

7- ELEGIDOS PARA GRANDES ACCIONES

 ELEGIDOS PARA GRANDES ACCIONES

Manuel Tenjo Cogollo

Email: manueltenjo@yahoo.com

Algunas personas alimentan el ego pensando que son elegidas para algo especial, que tienen dones particulares que otros no tienen y que, por tanto, están llamados para grandes acciones en la historia. Eso hace que se muestre una imagen de Dios un poco incompleta o distorsionada, que a unos acepta más y da bendiciones especiales y a otros los trata con indiferencia y bendice muy poco. 

El asunto es que todos somos elegidos, bendecidos y el Padre quiere que sus hijos se realicen como seres humanos a través de sus diversas actividades, con los dones, talentos y carismas con que fuimos dotados. Pedro, el apóstol, tuvo que reconocer, muy a pesar suyo que Dios acepta a todas las personas como son (Hch 10,34), cuando entra en la casa del centurión romano llamado Cornelio.

Todos hemos sido elegidos para grandes acciones y contamos con el respaldo divino, sin embargo, no todos se deciden a ponerse en acción.

1. Elegidos por el Dios de la vida

En el evangelio de Mateo (3,13-17) se muestra la elección y el bautismo de Jesús, donde Él es bañado en el poder del Espíritu y cuenta con el respaldo del Padre. La grandeza de la divinidad de Jesús radica en su humanidad, es decir, en mostrarse lo más humanamente posible, porque desde allí es desde donde se descubre que Él es hijo de Dios. Lo más maravilloso y sorprendente de Jesús es que es un hombre normal, que transparenta a la divinidad mostrándose humanamente, lo que significa que estuvo dispuesto a ayudar a otros a que descubrieran su divinidad, pues les hablaba de Dios como tu Padre personal, quien busca bendecir a todos como hijos y los busca constantemente.

Cuando una persona hace el bien y ayuda a otros solemos decir que se comporta muy humanamente. En oposición, quien hace daño a otros, los roba y destruye su dignidad le decimos que obra inhumanamente. De manera que, la humanidad se muestra ayudando, sirviendo y contribuyendo a la dignificación de todos los que tenemos cerca. No es el mal (pecado) los que nos hace humanos, pues así estamos manifestando lo inhumanos que podemos llegar a ser, y eso es lo que no quiere Dios. La manifestación divina se realiza en las acciones humanas de solidaridad, misericordia y ayuda a crecer a todas las personas.

Tu eres elegido por el Dios de la vida para transmitir una chispa de divinidad en todo lo que realizas. Así que tú eres el elegido… para hacer todo de manera buena, buscando la excelencia y ayudando a otros a vivir dignamente, de esa manera el Padre dirá sobre ti las palabras que dijo sobre Jesús en su bautismo: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco (Mt 3,17).

2. Dotados por con poder

En el bautismo Jesús quedo anidado por el Espíritu de Dios que descendió sobre Él en forma de paloma (Mt 3,16). La dotación fundamental del poder de Dios para realizar acciones grandes se llama Espíritu Santo. Para Jesús no hay nada imposible porque cuenta con el poder de Dios. Ahora bien, Él no es el único con el poder del Espíritu, pues todos los hijos de Dios cuentan con todo su poder para hacer que sucedan fenómenos maravillosos.

De manera que, todos los hijos de Dios son los elegidos, cuentan con el poder divino y con el respaldo del Padre para alcanzar las metas que se planean y, allí está la clave del éxito. Lo normal es que los hijos de Dios cuentan con el poder infinito y grandioso de su Espíritu, con tantas posibilidades de cambiar su entorno y alcanzar el éxito hasta donde la visión alcance.

Dios, que es tu Padre, no es tacaño y no tiene hijos preferidos a los que privilegia más que a otros. Él es generoso con su poder y de te brinda todos los recursos necesarios para avanzar con humildad, hasta llegar a metas que sobrepasan tu imaginación. Tú cuentas con la fuerza divina para poner divinidad a todo lo que realizas, con el Amor del Espíritu y el impulso que dinamiza tu interior para cumplir lo que planeas en función de la visión que tu Padre ha puesto en ti. Tienes todo en tu interior para ser grande en la historia.

3. Para realizar acciones de justicia

Es necesario volver a la reflexión de que en la humanidad se manifiesta la divinidad, en las acciones de justicia se revela la acción maravillosa de Dios, como le ocurrió a Jesús (Mt 3,15).

¿Cuáles son las acciones de justicia que debe vivir el ser humano para manifestar su divinidad? En la profecía de Isaías (42,1-7) se descubren acciones de justicia que muestran un ser que obra humanamente, a saber: humildad para respetar a los demás y levantar a quienes ya se apagan (“No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz. Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará”); disciplina para avanzar hasta llegar a las metas (no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas”); perseverancia y docilidad hasta llegar a las metas (te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas”).

Admiramos a quienes logran sus metas y alcanzan el éxito, y algunos llegan a pensar que eso es para unos pocos que son elegidos. Sin embargo, Jesús nos enseña que todos somos elegidos y que contamos con la fuerza y el poder para mostrar cómo deben vivir los hijos de Dios. Tu dignidad no está en venta. Eres elegido para contagiar de divinidad en todo lo que realizas.