DESARROLLAR LA CAPACIDAD DE ASOMBRO
Manuel
Tenjo Cogollo
Email: manueltenjo@yahoo.com
Hemos escuchado últimamente la expresión: “eso ya no me sorprende” y otra: “era de esperarse”. Expresiones que se utilizan para hablar de lo bueno que ya no trae nada novedoso y de lo muy deficiente de algo o de alguien que ya acostumbró a realizar tantas barbaridades que ya no extraña otra más.Sin
embargo, para avanzar en todos los aspectos de la existencia, es necesario
sorprenderse de los fenómenos que aconteces, sean agradables o desagradables,
pues siempre traen una enseñanza y alguna semilla de experiencias nuevas.
Cuando Jesús nació, según lo narra el evangelista Lucas (2,16-21) y es visitado por los pastores de la región, se observan varios elementos de sorpresa que valen la pena reflexionarlos y aprender de ellos.
1. Sorprenderse de lo
visto
Cuando los
pastores de la región encontraron a María, a José y al niño Jesús recostado en
el pesebre, lo vieron y se asombraron. De igual manera, cuando María escucha lo
que narran los pastores de la aparición de ángeles, se sorprende de lo que está
ocurriendo.
Se dice
que los sabios, los niños y los científicos se sorprenden con lo que ven,
porque todo lo miran como si fuera la primera vez, como turistas que recorren
nuevos paisajes y lugares diversos. Para aquellos que ya nada los sorprende, se
van quedando en el pasado, en la amargura y en la soledad, pues ven algo y le
encuentran el defecto o lo desautorizan de alguna manera. Así que, para
sorprenderse es necesario tener la disposición para aprender de todo, aún de lo
que parece que ya conoce. Dicho de otra manera, se requiere un poco de
humildad.
Los
pastores, María y José viven relaciones de humildad, por eso se sorprende de
los que ven y de lo que escuchan. Es necesario tener la humildad de quien
aprende, la mansedumbre de quien está dispuesto a descubrir horizontes nuevos y
la docilidad para dejarse guiar por los maestros más sorprendentes que siempre
aparecen donde menos se esperan.
Suelo manejar una expresión que me ayuda a crecer en la espiritualidad: “déjate sorprender por Dios”, pues Él siempre tiene fenómenos novedosos para sorprender a sus hijos.
2. Exclamar la sorpresa
Ahora
bien, es muy recomendable expresar la sorpresa, señalarla con las palabras más
maravillosas con que contamos en nuestro lenguaje. Así lo hicieron los pastores
que llegan donde le niño acostado: “dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño” (Lc
2,17). Después, cuando se van de la presencia del niño Jesús, de José y de
María, “se
volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto” (Lc 2,20). Es
necesario exclamar la sorpresa que Dios ha manifestado en la vida de cada uno
de nosotros.
La expresión de las maravillas vistas causa alegría, sorprende a otros
y contagia de optimismo y esperanza. Cuando sólo se cuenta lo negativo y se
refuerza con expresiones físicas y lingüísticas, se contagia la desesperanza y
genera ambientes violentos, tristes y pesimistas.
En medio de las noticias negativas de estos tiempos, debemos asumir la actitud de expresar las maravillas realizadas por la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo, pues el cielo ha bajado a la tierra y se han fusionado para que todos tengamos la oportunidad de construir el paraíso que queremos entre nosotros. Algunos quieren construir infiernos destructivos y alejados de Dios que causan muertes continuas. Pero quienes nos unimos al Creador de la Vida, debemos construir ambientes familiares, laborales y sociales que transmitan la energía vital que recorre nuestro ser, que construya ambientes de paz entendida como crecimiento integral y prosperidad en todos los aspectos, de manera que veamos al Rey de la Paz entre nosotros.
3. Meditar y retener lo
aprendido
La actitud de María añade un componente interesante a la sorpresa: “guardaba
todas estas cosas, y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19). No existía la
cámara del turista que guarda imágenes en la máquina, así que María tiene que
grabarlas en su mente y meditarlas constantemente, para que no se olviden las
maravillas divinas, para recordar constantemente las hazañas de Dios que
ocurren de manera sencilla y para mantener la esperanza en la fidelidad divina.
Es necesario guardar los buenos recuerdos, las experiencias donde hemos
aprendido las maravillas del funcionamiento de la vida y las grandes obras del
Creador, para que cuando lleguen los momentos difíciles, mantengamos en la
retina la fidelidad divina y las hazañas gloriosas que puedan fortalecer la
esperanza, el optimismo y las expresiones constructivas.
En nuestro tiempo es necesario descubrir la actividad de Dios como
Creador de la Vida que se manifiesta de maneras sencillas en la encarnación,
pues desde un pesebre empezó la posibilidad de transformar la existencia y, por
tanto, la sociedad. Estamos en tiempos de oscuridad, donde es más necesaria la
luz de los que viven en paz interior, para dar esperanza y mantener las
acciones constructivas, pues allí está la fuerza de la revolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario