MENSAJERO QUE ANUNCIA LA PAZ
Manuel
Tenjo Cogollo
Email: manueltenjo@yahoo.com
Estamos en una temporada en que la paz es un anhelo, un deseo y una constante conquista. La paz en su sentido judeo-cristiano tiene el sentido de quedar ileso, conservar, restaurar, vivir tranquilamente. Lo que conduce a comprender la paz como plenitud o algo que se completa después de un proceso de restauración total. Así que los deseos de paz van encaminados a buscar en bien-estar total y el crecimiento integral de la persona y de la comunidad específica en que se vive.
La esperanza de vivir en paz y de escuchar a los mensajeros de paz, queremos descubrir la paz como un valor sagrado porque regala vida y realización personal, al mismo tiempo que es tarea humana que se desarrolla en la justicia, que se encarna en sistemas no-violentos, donde los protagonistas funcionan con principios claros de construcción personal y social.
1. Es tiempo de tener
buenas noticias
Cuando
las noticias son de conflictos, injusticias, empobrecimiento y diversas formas
de invasiones de monopolios, se generan ambientes violentos, de desconfianza y
corrupción, porque importa la supervivencia del más astuto. En un contexto
similar surge la profecía de Isaías (52,7-10) anunciando la buena noticia de la
llegada del mensajero de paz, que anuncia salvación del pueblo, promoviendo un
principio de acción-reacción: si Dios reina en el pueblo vendrá la justicia
social, el rescate del pueblo y la construcción de una sociedad que celebra los
triunfos.
El principio es que si Dios es el rey del pueblo y permite que gobierne con soberanía sobre todas las realidades humanas, la reacción será la justicia social, la promoción del ser humano para que logre su crecimiento integral y se promuevan valores como la honestidad, la defensa de la vida y proyección de empresas proactivas.
2. Celebramos con gritos
de júbilo
Un pueblo
que celebra fracasos está condenado a vivir como fracasado. Por el contrario,
una colectividad que celebra los triunfos y las batallas ganadas, genera una
mentalidad victoriosa, con un carácter tan fuerte que se levanta de las caídas
y convierte a las crisis como la oportunidad para avanzar en los proyectos
encaminados a enriquecer al pueblo.
Celebrar
los triunfos se manifiesta con “gritos de
júbilo” (Is 52,8-9), consolando, a la vez que impulsando, a superar las
dificultades, teniendo a Jesucristo como el único rey de sus vidas. Utilizando
adecuadamente el principio de acción-reacción, el resultado final es la celebración
gozosa de los triunfos de Dios con su pueblo.
El dinamismo de la vida se vuelve proactivo, las acciones empresariales y sociales aumentan la producción, conduciendo a un mayor crecimiento personal y familiar. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que todo esto ocurre porque Dios ha mostrado su salvación a favor de quienes le han sido fieles al proyecto de construir relaciones fraternas de carácter constructivo.
3. Encarnar la paz en la
realidad humana
La paz,
entendida, entonces, como crecimiento integral y prosperidad general, se vive
encarnando la realidad en personas concretas. Así se presenta a Jesucristo como
la plenitud de los tiempos, la encarnación del poder divino y la transparencia
de Dios como Padre de la humanidad (Jn 1,1-18). Él es Dios hecho hombre, que se
encarna en las realidades humanas, para mostrar cómo vivir en paz, cómo tener
vida de calidad y abundante, para reconocer el dinamismo de la transparencia
divina, como dice la Escritura: “la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria” (Jn1,14).
Se habla
mucho de encarnar la paz cuando esa es una gran ausencia y una frecuente
disculpa para conducir llevar a la perdida de la esperanza, lo que causa un
pueblo manipulable con condicionamientos que adormecen. En tanto que en los
pueblos donde se vive la paz y se crece integralmente, no se habla mucho o nada
de la paz, pues se ha encarnado en los hábitos y se convierte en un estilo de
vida.
El pueblo
que da testimonio de paz se convierte en luz para las naciones, porque las
personas han encarnado el crecimiento integral y la prosperidad para mostrarse,
como Jesucristo, “luz brilla en las tinieblas” (Jn 1,5), aunque algunos
se opongan, pero no pueden vencer.
Estamos
en un país que habla mucho de paz, porque la vive muy poco, debido a que
algunos buscan apagar el esfuerzo de multitudes. Así que, cuando el pueblo
crezca integralmente y la riqueza se haga común a todas las familias, se vivirá
la paz y se hablará poco de ella.
Tu y yo
estamos llamados a ser mensajeros de paz hasta que la logremos en todas las
áreas de nuestra vida.
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