ASUMIR LA MISIÓN
Manuel Tenjo
Cogollo
Email: manueltenjo@yahoo.com
Continuamos la misión de Jesús en todas las naciones, es por ello que debemos estar en relación íntima con Él y con el Espíritu Santo para asumir el envío y sentirse respaldados por la Trinidad. Vamos a leer el evangelio de Mateo (28,16-20):
En aquel tiempo, los once discípulos se
fueron a Galilea,
al monte que Jesús
les había indicado.
Al verlo, ellos se
postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos,
Jesús les dijo:
"Se me ha dado
pleno poder en el cielo y en la tierra.
Vayan y hagan
discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;
y enseñándoles a
guardar todo lo que les he mandado.
Y sepan que yo estoy
con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo."
Tome uno y lleve tres. De manera que quien se queda con el Hijo de Dios se queda con todo, porque, como dice Jesucristo: "todo lo que tiene el Padre es mío" y añade que quien se queda con Él "recibirá todo lo mío" (Jn 16,15).
Además, se le entrega el Espíritu Santo que es el amor de Dios y el dinamismo de la existencia humana que "guía a la verdad completa" (Jn 16,13). Cualquier persona que empieza por tomar al gran Padre se queda con Jesucristo y con el Espíritu del Amor, de igual manera, quien se queda con el Hijo, tiene también al Padre y su Espíritu, aún más, quien se busca al Espíritu será guiado a la relación con Dios Padre y con su Hijo Jesucristo. Eso es lo que significa: "bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19). Con cualquiera que empieces una relación personal tendrás una intimidad que lleva a la plenitud. Esto es lo que celebramos en la solemnidad de la Santísima Trinidad.
El gran Padre es la fuente
de todo lo bueno y maravilloso que existe en la creación, porque todo lo que
sale de las manos de Dios es bueno. El Espíritu de la Verdad es el Amor de Dios
derramado en los corazones humanos para hacer allí el lugar sagrado, llenando
de dinamismo la existencia humana para construir un mundo mejor. El Espíritu
nos hace vivir como herederos de las abundantes riquezas de nuestro Abbá (Rom
8,17).
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