martes, 25 de abril de 2023

23- UN PASTOR QUE ACOMPAÑE

 UN PASTOR QUE ACOMPAÑE

Manuel Tenjo Cogollo

Email: manueltenjo@yahoo.com

Todas las personas que desean avanzar en la vida y alcanzar metas, deben tener un pastor, o mentor, o acompañante, es decir, alguien que guíe por el camino donde se viven diversas experiencias.  Vamos a leer el Evangelio de Juan 10,11-18, donde Jesús se presenta como “el buen Pastor”


 

En aquel tiempo dijo Jesús:

«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas;

el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.

Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla.

Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente.

Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla:

este mandato he recibido de mi Padre.»

1. Descuidos del asalariado

El asalariado es el empleado quien, por no ser dueño del rebaño y no tener sentido de pertenencia, comete los siguientes descuidos:

·         Abandona a las ovejas y huye cuando viene el lobo, porque valora más su vida que a las ovejas, ve los riesgos y los peligros así que busca alejarse. Busca culpables ante los fracasos y permite de otros se aprovechen de las ovejas que tiene a cargo.

·         Ve desde lejos que “el lobo hace estragos y dispersa” a las ovejas. El asalariado cuida su zona de confort y desde allí observa los estragos que otros hacen en el rebaño.

Los empleados, en general, no cuidan la empresa porque no es suya, descuidan sus elementos de trabajo y los tratan descuidadamente, para buscar culpables cuando hay accidentes, y tienen la seguridad de su sueldo mensual que recibe, aunque su trabajo no haya sido de calidad. No le importa la empresa, ni sus compañeros de trabajo, porque no son suyos y no ha desarrollado un sentido de pertenencia ni de compromiso.

2. El pastor es bueno en todo lo que realiza

Jesús se presenta como “el Pastor”, con una cualidad valorativa: “el bueno”, porque no es cualquier pastor, es el mejor, debido a que cumple con las siguientes características:

·         “Da la vida por las ovejas”. Aparece cuatro veces que el pastor da la vida por sus ovejas y puede recuperar esa vida. Jesús está dispuesto a realizar todo lo que sea para sus ovejas tengan el bienestar necesario y caminen a su realización personal.

·         “Conoce a las” ovejas. Jesús conoce a sus ovejas, un hecho que aparece dos veces, para insistir en las relaciones íntimas entre el pastor y todos nosotros.

·         Tiene ovejas “en otro redil”. Jesús no está limitado por un rebaño, sino que tiene otros rebaños que un día formarán la unidad con el Padre. Jesús siempre está buscando la unidad de todas sus ovejas en un solo rebaño.

·         Es el único pastor. Para tener unidad de criterios y unidad con las otras ovejas se requiere un único pastor. Jesús es el criterio de unidad entre el rebaño y con el Padre.

3. Las ovejas se dejan acompañar

En la alegoría es estamos leyendo, encontramos unas actividades de las ovejas que muestran coherencia con la acción del pastor:

·         Reconoce a su pastor y no sigue al asalariado. Conocer a Jesús y seguir sus directrices hace que se distingan los asalariados y los lobos. Darse cuenta que tener un solo pastor conducirá a fortalecer los criterios de acción, sin cambiar inestablemente, sino tendiendo una sola directriz. Eso facilita llegar a las metas señaladas.

·         Escucha la voz de su pastor. Las ovejas reconocen la voz de Jesús, saben qué enseña y cómo dirige, de manera que la unidad será más fácil de lograr las metas según los pasos establecidos.

·         Es obediente a su pastor. Así como Jesús es obediente al Padre, nos pide el pastor que seamos obedientes a su Palabra, seguir su mensaje y entregar libremente la vida para recobrarla mejorada.

Conclusiones

La relación entre oveja y pastor es intima, se desarrolla en el dinamismo de la entrega de la vida, donde se manifiesta la guía y la obediencia.

Es necesario pensar que el Padre dirige todo para llegar a tener la unidad en el rebaño, esto requiere la entrega de la vida y la obediencia a su Palabra.

Al final, las metas se alcanzan: unidad, vida plena y libertad y disposición para seguir avanzando en la vida.

 

martes, 18 de abril de 2023

22- ESCONDERSE EN EL FRACASO O CAMINAR AL RESPALDO

 ESCONDERSE EN EL FRACASO O CAMINAR AL RESPALDO

Manuel Tenjo Cogollo

Email: manueltenjo@yahoo.com

Una tendencia común entre las personas que se enfrentan a algún tipo de fracaso o pérdida es esconderse en el mismo fracaso para justificar porque no debe volver a intentarse otro proyecto, o el mismo de otra manera. Además, se vuelve el mejor argumento para decirle a otras personas que mejor no lo intenten, pues “si yo fracase… ustedes también lo harán”, “eso no se puede…”

En tanto que otros enfrentan fracasos que se convierten en el motor para intentar salir adelante y perseverar hasta lograr las metas deseadas.

Dentro de los discípulos de Jesús de Nazareth se presentaba lo mismo: los que avanzan y perseveran y los que abandonan el camino. Es el caso de dos discípulos que iban a Emaús, como lo narra Lucas (Lc 24,13-35).

1. Esconderse en el fracaso

En un primer momento de la escena narrada por Lucas (Lc 24,13-27), donde dos discípulos de Jesús se alejan de la ciudad de Jerusalén para refugiarse en una aldea llamada Emaús, porque se han desilusionado de todo: su líder murió como un delincuente en una cruz, sus esperanzas de una nueva oportunidad se murieron con Él, los testimonios de las mujeres y de otros discípulos no son suficientes pues las consideran simples opiniones o chismes y están “tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas”. La tristeza, la soledad y el sentimiento de fracaso hace que discutan tan acaloradamente que no reconocen a quien se acerca y camina con ellos.

Las personas que utilizan el fracaso personal o de otros como zona de confort, tienen todas las excusas para matar las esperanzas, destruir las expectativas de otros y abandonar todo proyecto nuevo y prometedor. Quienes asumen el fracaso como forma de vida prefieren vivir en los rincones de la ciudad o en las aldeas olvidadas, para mantener la soledad y llenarse de argumentos que impidan avanzar en la vida. Todo lo critican, nada de lo que dicen los triunfadores es suficiente o no es para ellos, condenándose a vivir en la miseria y la autocompasión. Si leen, no entienden lo que enseñan líderes como Moisés o los profetas, la mente y el corazón están embotados para comprender los cambios sociales y las posibilidades de la nueva economía…

2. Transición: autodeterminación

El Maestro va a buscar a sus dos discípulos desilusionados, les enseña y los deja en libertad para que reflexionen y tomen decisiones, como lo narra Lucas en 23,28-31. Vemos que “Él hizo ademán de seguir adelante”, para que ellos empiecen a tomar la primera decisión: quedarse con Jesús. Además, el Maestro hace gestos que conduzca a los discípulos a volver a la experiencia fundamental: “se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando”. Los que habían perdido la esperanza tienen una experiencia de consciencia, pues se le abren los ojos y reconocen al Maestro.

El momento de transición es para asumir la crisis, crecer con ella, tomar conciencia de la situación para desarrollar una autodeterminación. Es el momento en que cada persona debe sentarse a reflexionar sobre lo vivido, aprender de los errores y aciertos, tener un mentor o tutor que acompañe el camino de las decisiones, y empezar a tomar el control de sus emociones, para encaminarse al cumplimiento de metas.

3. Caminar al respaldo

La narración de Lucas (23,32-35) termina con la determinación de los discípulos de salir de Emaús y volver a Jerusalén, para integrarse con la comunidad de testigos de la resurrección de Jesucristo. Es necesario salir de la zona de fracaso, de la noche solitaria y de la esperanza frustrada, para unirse a personas que respalden las decisiones, acompañen el camino y compartan los testimonios del triunfo.

Asumir la determinación de caminar respaldado por una comunidad de triunfadores es compleja, pues parece más fácil permanecer en el fracaso que levantarse, asumir los retos de la noche y avanzar a una asociación de testigos que han vencido los prejuicios de la muerte.

Es el momento de reflexionar sobre la situación que estás viviendo, para avanzar y ser mejor de lo que ya eres, hasta mostrar la fuerza interior que te impulsa a superar obstáculos, trabajar con perseverancia y alcanzar metas para vivir como triunfador exitoso. Si fuera fácil cualquiera lo haría… ¡pero tú no eres cualquiera!

jueves, 13 de abril de 2023

21- LOS REGALOS DEL RESUCITADO

 LOS REGALOS DEL RESUCITADO

Manuel Tenjo Cogollo

Email: manueltenjo@yahoo.com

En la mañana de la resurrección se viven experiencias frescas del primer día, sin embargo, en el atardecer se desarrollan obstáculos y maneras de salir adelante, pues todo necesita una renovación para avanzar y crecer. El evangelista Juan nos narra la aparición de Jesús a sus discípulos llevando regalos maravillosos (Jn 20,19-23). Es bueno conocerlos para progresar en las ofrendas que trae Jesucristo al atardecer del primer día de la resurrección.


1. Obstáculos para experimentar la resurrección

La experiencia de la resurrección de Jesús tiene obstáculos puestos por la condición humana: “al atardecer del primer día de la semana” y “el miedo a los judíos” (v.19), lo que conduce a tener “las puertas cerradas”. A continuación, se describen los elementos señalados:

“Al atardecer”. La luz-día es símbolo de Dios y de su actividad a través de Jesús.  Las tinieblas-noche representan todo lo que se opone a los valores propuestos por Dios La oscuridad existencial puede constituirse en un obstáculo para vivir la experiencia de la resurrección de Jesús, como le ocurre a Tomás (Jn 20,24-25), sin embargo, el Señor supera ese obstáculo para rescatar a sus discípulos de la oscuridad, tristeza, miedo y encierro.

“El miedo a los judíos”. La expresión “miedo” representa lo que acobarda al discípulo y destruye el heroísmo para dar testimonio de Jesús, pues sienten la aflicción que impide proclamar libremente al Señor. Los discípulos de Jesús se encuentran encerrados porque temen a las acciones de las autoridades judías, por tanto, el miedo paraliza las decisiones y las acciones de los que no han experimentado el dinamismo de la nueva creación.

“Las puertas cerradas”. Las puertas tienen tranca o llave por dentro. La cerrazón del corazón se manifiesta de manera individual (como Tomás v.25) y también comunitaria (v.19), lo que impide abrirse a la acción creadora de la Resurrección de Jesús.

2. Los regalos del resucitado

En los v.v.20-23 vemos Jesús Resucitado que dona siete regalos a la comunidad de discípulos para conducirlos a que se conviertan en testigos de la nueva relación con el Señor.

1.   “La paz con ustedes”. La paz que da Jesús, “no es como la que da el mundo” (Jn 14,27), en el sentido de la ausencia de conflicto o de supremacía de un pueblo que garantiza la paz de las naciones como esperaban los judíos. Es primordialmente la señal de la nueva alianza que Dios establece con el pueblo renovado por el Espíritu Santo y el crecimiento integral de la comunidad.

2.   “Les mostró las manos y el costado”. Jesús da a conocer las heridas gloriosas de su crucifixión. El mensaje directo consiste en señalar que el crucificado es el mismo resucitado. En Jn 20 se describe que Jesús “les mostró las manos y el costado” (v.20) a la comunidad de discípulos, además a Tomás le dice: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado” (v.27). La iniciativa es de Jesús que resalta las heridas sanadas de las manos y del costado, de manera que produce una respuesta positiva de los destinatarios: la alegría de la comunidad de discípulos (v.20) y la profesión de fe de Tomás (v.28). Las heridas ya no duelen, ya están sanadas por la resurrección.

3.   “Se alegraron”. La alegría es fruto de tomar consciencia de las bendiciones de Dios, es una promesa mesiánica y señal de la nueva alianza que conduce a reconocer las acciones divinas en el nuevo pueblo de Dios y en este caso “es el gozo de la resurrección”. Jesús había prometido la alegría a sus discípulos en distintos momentos. Cuando Jesús se presenta resucitado a sus discípulos se cumple su promesa de dar una alegría que inunda el corazón y por tanto “nadie se la podrá quitar” (Jn 16,22), es decir, una alegría plena y contagiosa (cfr. Jn 17,13). El reconocimiento de Jesús Resucitado trae alegría a la comunidad de discípulos, a Tomás y a todos los que “sin ver han creído” (Jn 20,29).

4.   “Como el Padre me envío, también yo los envío”. El envío a anunciar el Evangelio es una promesa mesiánica, pues los anunciadores irán con júbilo a proclamar el comienzo de la nueva alianza de la renovación del pueblo y serán recibidos con alegría. El envío que realiza Jesús a sus discípulos lo hace en una equivalencia similar con que Él fue enviado por el Padre. La misión requiere de hombres nuevos, re-creados el primer día de la Resurrección y capacitados para mostrar al Padre en todas sus obras. Es un gran regalo ser enviado por el Padre como envío a su Hijo: por amor, para la salvación y para conducir a una vida plena (Jn 3,16).

5.   “Sopló sobre ellos”. Jesús realiza una acción simbólica que muestra el comienzo de la nueva creación, porque en Gn 2,7 se muestra que Dios “formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida”. El “soplo” de la nueva creación, que da origen al hombre nuevo, y al nuevo pueblo de Dios es el quinto regalo del Resucitado, y es el Espíritu Santo quien confirma e inaugura la nueva alianza.

6.   “Reciban el Espíritu Santo”. La evocación inicial de la presencia del Espíritu es el cumplimiento de la nueva alianza señalada por el profeta Ezequiel señala de parte de Dios: “infundiré mi espíritu en ustedes y vivirán; los estableceré en su suelo, y sabrán que yo, Yahveh, lo digo y lo hago” (Ez 37,14); de manera que comenzará el nuevo pueblo renovado, vivificado y establecido por la acción del Espíritu de Dios. También en Ez 36,26-27, se manifiesta la promesa en la que Dios va a dar al pueblo “un espíritu nuevo” que es el Espíritu de Dios: “infundiré mi espíritu en ustedes”, con la intención de crear un pueblo con un “corazón nuevo” dócil a la voluntad de Dios y dispuesto a dejarse crear por Él. De manera que se cumple otra promesa del Señor a sus discípulos.

7.   “Perdonen los pecados”. Vemos que Jn 20,23 tiene unos verbos en imperativo y una redacción en paralelismo antitético: “A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”. La primera frase está en positivo y la segunda está en negativo, tal vez con la intención de reforzar la idea fundamental: perdonar pecados. Es observable que el pecado conduce al desorden que se manifiesta viviendo en la oscuridad, el miedo y causando violencia. Teniendo en cuenta el relato del ciego de nacimiento, “los que ven” son los que creen ver y se bastan a sí mismos, se enceguecen y buscan destruir a quienes no piensan y actúan como ellos, por eso Jesús les dice: “como ustedes dicen: ‘vemos’ su pecado permanece” (Jn 9,41).

La experiencia de Jesús resucitado es personal como la de Tomás, comunitaria como la de los discípulos que se alegran al tener al Señor en medio de ella y con proyección universal de acuerdo a lo señalado por Jesús: “dichosos los que no han visto y han creído” (Jn 20,29). Sin embargo, el encuentro personal con Jesús Resucitado siempre envía a la misión en comunidad.

 

Se puede ver el artículo completo de “Regalos del Resucitado. Un comentario de Jn 20, 19-23”, en la Revista Franciscanum, volumen LVII, N° 164, julio-diciembre de 2015, p. 255-280, http://revistas.usb.edu.co/index.php/Franciscanum/article/view/1548/1347

 

martes, 4 de abril de 2023

20- BUSCAR A JESÚS RESUCITADO

 BUSCAR A JESÚS RESUCITADO 

Manuel Tenjo Cogollo

Email: manueltenjo@yahoo.com


Nos encontramos ante la experiencia de Jesús Resucitado, donde los discípulos buscan las señales de la presencia del Señor. La escena ocurre "el primer día de la semana" y en "el sepulcro" de Jesús, donde sólo encuentran testimonios del Resucitado.


Leamos Juan 20,1-9:

1 El primer día de la semana

     va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.

2 Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería

     y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.»

3 Salieron Pedro y el otro discípulo,

     y se encaminaron al sepulcro.

4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro,

     y llegó primero al sepulcro.

5 Se inclinó y vio las vendas en el suelo;

     pero no entró.

6 Llega también Simón Pedro siguiéndole,

     entra en el sepulcro

     y ve las vendas en el suelo,

7 y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte.

8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro;

     vio y creyó,

9 pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura       

     Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Descubrir al Resucitado. Primero aparece María Magdalena (Jn 20,1-2), quien descubre la tumba vacía, el amor se sorprende al descubrir que el esfuerzo realizado no cumple las expectativas (encontrar a un muerto) sino que las supera (la tumba está vacía), por eso habla con Pedro y el otro discípulo para dar una noticia poco agradable: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto." Todo carece de sentido... hasta el momento.

Después aparecen Pedro y el discípulo amado (Jn 20,3-10), quienes se encaminan con prisa hacia el sepulcro, más movidos por el corazón que por los pies. Quien más ama corre más rápido. El discípulo amado respeta la autoridad de Pedro, por eso no entra al sepulcro, espera la llegada y la iniciativa de Pedro. La mirada del discípulo amado supera la de María Magdalena y la de Pedro, porque descubre, el testimonio de la tumba vacía, la resurrección de Jesús, por eso "vio y creyó" (20,8), convirtiéndose en la clave del testimonio de la resurrección: ver y creer.

Como discípulos de Jesús, debemos amar intensamente al Maestro y buscar las señales de su presencia viva y resucitada.

El P. Fidel Oñoro[1] nos enseña que la experiencia pascual desata una dinámica de vida hecha de búsquedas y encuentros, de conversión y de fe, que se delinea con gran riqueza en los relatos pascuales de los evangelios.

En Juan 20,1-10, leemos hoy el pasaje que describe el sensacional descubrimiento de la tumba vacía por parte de María Magdalena y de los dos más autorizados discípulos de Jesús, desatándose así una serie de reacciones. El relato contiene elementos muy valiosos que nos ayudan a dinamizar nuestro propio camino pascual.

Esta vez vamos a hacer anotaciones breves sobre las frases más importantes del relato, como una invitación para saborear el texto entero.


1. María Magdalena descubre que la tumba está vacía, v.v. 1-2

Notemos los movimientos de María Magdalena:

·       María madruga: “Va de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro” (20,1).

Esta acción es signo evidente de que su corazón latía fuertemente por Jesús. El amor no da espera. Pero también es cierto que la hora de la mañana y los nuevos acontecimientos tienen correspondencia: de madrugada muchos detalles anuncian un gran y radical cambio, la noche se aleja, el horizonte se aclara y bajo la luz todas las cosas van dando poco a poco su forma. Así sucederá con la fe en el Resucitado: habrá signos que anuncian algo grande, pero sólo en el encuentro personal y comunitario con el Resucitado todo será claro, el nuevo sol se habrá levantado e irradiará la gloria de su vida inmortal.

María “corre” enseguida y va a informarle a los discípulos más autorizados, apenas se percata que el sepulcro del Maestro está vacío (20,2a).

Esta carrera insinúa el amor de María por el Señor. Lo seguirá demostrando en su llanto junto a la tumba vacía (20,11ss). Así María se presenta ante Pedro y el Discípulo Amado como símbolo y modelo del auténtico discípulo del Señor Jesús, que debe ser siempre movido por un amor vivo por el Hijo de Dios.

·         María confiesa a Jesús como “Señor”: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (20,2b).

A pesar de no haberlo descubierto vivo, para ella Jesús es el “Señor” (Kýrios), el Dios de la gloria y por lo tanto inmortal (lo seguirá diciendo: 20,13.10). Ella está animada por una fe vivísima en el Señor Jesús y personifica así a todos los discípulos de Cristo, que reconocen en el Crucificado al Hijo de Dios y viven para Él.

He aquí un ejemplo para emular en las diversas circunstancias y expresiones de la existencia, sobre todo en los momentos de dificultad y aún en las tragedias de la vida. Para la fe y el corazón de esta mujer la muerte en Cruz de Jesús y su sepultura, con todo su amor por el Señor se ha revelado “más fuerte que la muerte” (Cantar 8,6).

 

2. Los dos discípulos corren a la tumba, v.v.3-10

A diferencia del relato que leíamos ayer en Lucas, según Juan los dos seguidores más cercanos a Jesús se impresionan con la noticia e inmediatamente se ponen en movimiento, ellos no permanecen indiferentes ni inertes, sino que toman en serio un anuncio (que tiene sujeto comunitario: “no sabemos”, v.2).

Notemos cómo las acciones de los dos discípulos se entrecruzan entre sí y superan cada vez más las primeras observaciones de María Magdalena.

·         “Se encaminaron al sepulcro” (20,3)

La mención de los dos discípulos no es casual, ambos gozan de amplio prestigio en la comunidad y la representan. Se distingue en primer lugar a Pedro, a quien Jesús llamó “Kefas” (Roca; 1,42), quien confiesa la fe en nombre de todos (Jn 6,68-69), dialoga con Jesús en la cena (13,6-10.36-38) y al final del evangelio recibe el encargo de pastorear a sus hermanos (Jn 21,15-17). Por su parte el Discípulo Amado es el modelo del “amado” por el Señor, pero también del que “ama” al Señor (13,23; 19,26; 21,7.20).

·         “El otro discípulo llegó primero al sepulcro” (20,4)

El Discípulo Amado corre más rápido que Pedro (v.4). Esto parece aludir a su juventud, pero también a un amor mayor. ¿No es verdad que correr es propio de quien ama?

·         “Se inclinó, vio las vendas en el suelo, pero no entró” (20,5)

El discípulo amado llega primero a la tumba, pero no entra, respeta el rol de Pedro. Se limita a inclinarse y ver las vendas tiradas en la tierra. Él ve un poco más que María, quien sólo vio la piedra quitada del sepulcro.

·         “Simón Pedro entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte” (20,6-7).

Al principio Pedro ve lo mismo que vio el Discipulado Amado, pero luego ve un poco más: ve que también el sudario que estaba sobre la cabeza de Jesús, estaba doblado aparte en un solo lugar (v.7).

Este detalle quiere indicar que el cadáver del Maestro no ha sido robado, ya que lo más probable es que los ladrones no se hubieran tomado tanto trabajo. Por lo tanto, Jesús se ha liberado a sí mismo de los lienzos y del sudario que lo envolvían, a diferencia de Lázaro, que debió ser desenvuelto por otros (ver 11,44). Las ataduras de la muerte han sido rotas por Jesús.

La tumba y las vendas vacías no son una prueba, son simplemente un signo de que Jesús ha vencido la muerte. Sin embargo, Pedro no comprende el signo.

·         “Entonces entró también el otro discípulo... vio y creyó” (20,8) “...que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos” (20,9)

El Discípulo Amado ahora entra en la tumba, ve todo lo que vio Pedro y da el nuevo paso que éste no dio: cree en la resurrección de Jesús.

La constatación de simples detalles despierta la fe del Discípulo Amado en la resurrección de Jesús, para él el orden que reinaba dentro de la tumba fue suficiente. No necesitó más para creer, como sí necesitó Tomás. A él se le aplica el dicho de Jesús: “dichosos los que no han visto y han creído” (v.29).

Pero ¡atención! El Discípulo Amado “vio” y “creyó” en la Escritura que anunciaba la resurrección de Jesús (v.9). Esto ya se había anunciado en Juan 2,22. Aquí el evangelista no cita ningún pasaje particular del Antiguo Testamento, tampoco ningún anuncio por parte de Jesús. Pero queda claro que la ignorancia de la Escritura por parte de los discípulos implica una cierta dosis de incredulidad (ver también 1,26; 7,28; 8,14).

La asociación entre el “ver” y el “creer” (v.8) formará en adelante uno de los temas centrales del resto del capítulo, donde se describen las apariciones del resucitado a los discípulos, para terminar, diciendo: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído” (v.29). Nosotros los lectores, hacemos el camino del Discípulo Amado mediante a partir de los “signos” testimoniados por él en el Evangelio (20,30-31).

 

3. En la pascua Jesús se convierte en el centro de la vida y de todos los intereses del discípulo

En la mañana del Domingo la única preocupación de los tres discípulos del Señor –María, Pedro y el Discípulo Amado- es buscar al Señor, a Jesús muerto sobre la Cruz por amor pero resultado de entre los muertos para la salvación de toda la humanidad. El amor los mueve a buscar al Resucitado en ese estupor que sabe entrever en los signos el cumplimiento de las promesas de Dios y de las expectativas humanas. Entre todos, cada uno con su aporte, van delineando un camino de fe pascual.

La búsqueda amorosa del Señor se convierte luego en impulso misionero. Como lo muestra el relato, se trata de una experiencia contagiosa la que los envuelve a todos, uno tras otro.

Es así como este pasaje nos enseña que el evento histórico de la resurrección de Jesús no se conoce solamente con áridas especulaciones sino con gestos contagiosos de amor gozoso y apasionado. El acto de fe brota de uno que se siente amado y que ama, como dice San Agustín: “Puede conocer perfectamente solamente aquél que se siente perfectamente amado”.

¡Así todos nosotros, discípulos de Jesús, debiéramos amar intensamente a Jesús y buscar los signos de su presencia resucitada en esta nueva Pascua!



[1] http://www.homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0024.pdf