miércoles, 23 de noviembre de 2022

1- LOS VALORES DE LA NAVIDAD

 LOS VALORES DE LA NAVIDAD

 

"La encarnación del Verbo en una familia humana,

conmueve con su novedad la historia del mundo".

Papa Francisco, Amoris Laetitia, 65

Introducción

Comenzamos el tiempo de Adviento que nos prepara para la Navidad, buscando celebrar la encarnación de Dios que se mete en nuestra historia. Hacemos memoria de tres realidades. La primera en la venida en carne (cf. Jn 1,14), donde Dios camina por la tierra y habita entre nosotros con el nombre de Jesús. La segunda es la venida todos los días, pues la presencia de Dios se hace presente a través de la Eucaristía (y en general de los sacramentos) en la que se hace presente a través del Santísimo Sacramento, de igual manera, por la Palabra de Dios que leemos en la Biblia, además, a través de los seres humanos que son presencia de Dios, especialmente de los más necesitados (cf. Mt 25,40). La tercera es la venida de Jesús grande y glorioso como  Rey, donde tendremos el encuentro definitivo con Dios, teniendo la vida eterna (Mt 25,30-31.42).

Este año 2022 el Adviento comienza el 27 de noviembre, con mensajes de expectativa que veremos con atención. En este momento reflexionemos sobre algunos de los valores sobresalientes de Adviento y Navidad.

Valores de la Navidad

Los valores son como la columna vertebral de una convivencia sana entre seres humanos, que busca promover lo mejor de cada uno para beneficio de todos. En Adviento y Navidad es un tiempo propio reflexionar para sembrar y cultivar valores que nos hacen constructores de la nueva comunidad humana.

El amor es el valor fundamental, pues "tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16). Jesucristo es el regalo del Padre para nosotros, porque nos ama. Quiso darnos el mejor regalo como prueba de su amor, para salvarnos del Pecado y conducirnos a la vida plena con el Padre. Por tanto, recibir a Jesucristo es dejarse amar por Dios, es aceptar el amor de Dios para vivir libre y feliz.

La alegría es fruto de tomar conciencia de los regalos que Dios nos da, por tanto, al reconocer esos dones divinos, la respuesta natural es la alegría. Adviento y Navidad son tiempos de profunda alegría como nos muestra la Biblia en los siguientes ejemplos: en Lc 1,13-15, el ángel anuncia a Zacarias que será padre de Juan el Bautista y "será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento". También el saludo del ángel a María para anunciar el nacimiento del hijo de Dios es: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1,28), mostrando que María es la alegría de la Navidad, como lo muestra el saludo de su prima Isabel (Lc1,45), la oración que realiza alabando a Dios (Lc 1,46-47), el nacimiento del niño Jesús (Lc 2,19), la visita de los pastores (Lc 2,10.20), la presentación en el templo con la presencia de Simeón y de Ana (Lc 2,29-32.38). Todo está impregnado de alegría al reconocer el gran regalo de Dios Padre para la humanidad.

La paz es un regalo constante de la Navidad y una invitación a la apertura solidaria y justa con los hermanos. La paz y la felicidad van más allá de la ausencia de conflictos, pues propone un crecimiento integral y una actitud contribución al bienestar comunitario. El nacimiento de Jesús está enmarcado por la paz, como señala Lc 2, 8-15, en el anuncio del ángel a los pastores de Belén, porque el nacimiento del salvador, que es el Cristo Señor produce sorpresa, alegría y paz, pues el coro celestial dice: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace" (Lc 2,14). Desde el nacimiento de Jesús, viene una paz divina que supera toda expectativa, pues La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14,27).

La obediencia es la marca de María en su hijo Jesús, quien es fiel al Padre, y, por tanto, debe ser la marca de todos los cristianos. María muestra la obediencia a Dios en los siguientes ejemplos: Acoge la voluntad de Dios, porque dice: "hágase en mí según tu Palabra" (Lc 1,38); va a servir a su prima Isabel hasta el final (Lc 1,39-40.56); realiza la oración con humildad y lectura de la historia de Dios con su pueblo (Lc 1,46-55); sigue a su esposo José a empadronarse en Belén (Lc 2,1-5); recibe fraternalmente a los pastores y medita el relato la noche de navidad (Lc 2,19); atiende a los magos de oriente (Mt 2,11); escucha a Simeón y recibe sus palabras (Lc 2,27-28), así como a la profetiza Ana (Lc 2,36-38); es incansable en su misión de cuidar al hijo de Dios, así que busca a Jesús para estar con Él (Lc 2,48-49). De manera que, María no es obediente una sola vez, sino toda su vida está en función de acatar la voluntad de Dios para ella y para su familia.

Conclusiones

En Navidad los homenajeados somos nosotros, porque Jesucristo es el culmen de los regalos de Dios para nosotros, por eso no celebramos propiamente el  cumpleaños de Jesús, sino el acontecimiento de la encarnación y la presencia de Dios en la historia humana.

Jesús que sufrió la violencia desde su nacimiento hasta la muerte es constructor de paz. No reacciona con violencia, pues se engendra más violencia. La violencia se elimina con respuestas no violentas. La paz es regalo de Jesús: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Jn 14,27). Navidad es tiempo de construir la paz desde la justicia social, la solidaridad, la honestidad en todo lo que se realiza. Es necesario bajar las armas y sentir el respaldo de Dios que se sobrepone a toda violencia para mostrar su paz.

Obedecer como María implica dejarnos educar por ella, quien nos enseña a vaciarnos de todo egoísmo dejar que Dios sea todo en nosotros. La obediencia requiere disponibilidad y atención a la escucha de la Palabra de Dios que viene a nosotros en forma humana, la del niño Jesús que nace en Belén.

Oremos

Jesús, que vives en María,

Ven a vivir en nosotros

con el espíritu de santidad,

con la plenitud de tu poder,

con la perfección de tus caminos,

con la fuerza de tus virtudes,

con la participación de tu misterio.

Por la fuerza de tu Espíritu

triunfa en nosotros sobre todo poder adverso. Amén.

(J. J. Olier)

 

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